Es incuestionable que la supervivencia de muchas de las manifestaciones culturales que nos rodean depende de su capacidad de adaptación a los nuevos tiempos. Y en este sentido la fiesta del Rey de la Faba supo también adecuarse, sin trauma alguno para nadie, a los nuevos aires que traía el cambio de siglo y de milenio. Sí, estamos hablando de dar paso a las niñas a la posibilidad, no solo ya de participar, sino de poder llegar a ser coronadas. No en vano, siglos atrás, la monarquía navarra tuvo también sus reinas con maridos consortes; el error era no haberlo hecho antes, tanto más si el rito ceremonial se mantiene siempre intacto.
Así pues, en diciembre de 2000, por segunda vez, las niñas optaban también al reinado, aunque ya el año anterior en Los Arcos hubo informalmente alguna niña que optó al reinado, solo que en esta ocasión su presencia respondía a un acuerdo de la organización. Así pues, niñas y niños se sentaron en Elizondo ante un trozo de rosco, pudiendo nuevamente sonreír la suerte del haba a cualquiera de ambos sexos. A pesar de ello, a pesar de la novedad… salió chico. El 20 de enero de 2001 fue coronado en la iglesia de Santiago, en Elizondo, Urko Baraibar, de Lekaroz.