El vecindario de Lerín abarrotó las calles de la localidad ante la puesta en marcha de la comitiva que acompañó esa fría tarde del 12 de enero al niño Rubén Fernández San Juan, de once años de edad, hasta la iglesia de la Asunción. En el interior del templo fue sometido a la misma ceremonia de coronación que siglos atrás se practicó con los reyes navarros; fue ungido como el elegido de Dios, y revestido con boato real para finalmente serle entregados los atributos reales que exhibió ante su gente antes de ser alzado sobre el escudo.
Después de la ceremonia declaraba el nuevo Rey de la Faba ante los medios de comunicación: “Sé que lo que he vivido esta tarde es algo muy importante que recordaré siempre, porque he sido el protagonista de un trozo de la historia de Navarra”.