El 6 de enero fue la localidad de Corella el escenario de una nueva edición de la fiesta del Rey de la Faba. Rubén Cueva Gil, de 11 años, ante una abarrotada iglesia de San Miguel, fue alzado sobre el pavés a los gritos unánimes de “¡Real!, ¡Real!, ¡Real!”.
Había salido la comitiva desde la Plaza de Toros, pasando por el Crucero y la calle Mayor antes de entrar a la iglesia. Llamó la atención el nerviosismo del caballo del Rey de Navarra que, según sus propietarios, se debía a que desconocía al jinete, y también por los ruidos, luces y cohetes.
La parte musical de la ceremonia corrió a cargo del Orfeón Virgen del Villar. El Rey de Armas, Miguel Ángel Alústiza, en una de sus alocuciones durante el acto explicó, en clara alusión a los tres estamentos del reino, cómo “en esta grandiosa ceremonia vemos ejemplarmente hermanadas a la Iglesia hablándonos de valores espirituales, a la nobleza con toda la responsabilidad del ejemplo que tiene que dar quien en lo alto ha sido colocado, y al Estado, o sea, al pueblo, que con su laboriosidad, honradez y buen sentido, es la base de la organización social”; y a la vez hizo un guiño a la actualidad: “Quienes tanto hablan hoy de democracia, solidaridad de clases y derechos, que no se aparten del ser de este pueblo y profundicen en sus usos y costumbres; pero no nos paremos en rememorar épocas gloriosas, hay que estar en la brecha siempre para mejorar esta Navarra, absoluta en sus decisiones, piadosa, peregrina, consciente de sí misma”.