La ceremonia de 1967 se celebró nuevamente en Estella, y nuevamente en el convento de Santo Domingo. En esta ocasión el niño agraciado por el haba fue Luis Azpilicueta, si bien el mal tiempo intento infructuosamente suplantarle el protagonismo, pero tan solo consiguió que se suspendiese la tradicional comitiva previa al acto de coronación.
La llegada del niño-rey a la sala del convento dominico, repleta con cientos de asistentes, fue recibida bajo los sones de txistus y dulzainas que tocaron en su honor. Tras el ritual de coronación, premiado con una larga ovación, un heraldo hizo lectura de la proclamación en la que se recordaba al rey Carlos III, a la vez que se hacía un llamamiento dirigido a las damas y a los caballeros en pro de la defensa de Dios y del Rey.
Finalizó el acto con la actuación del grupo de danzas del Muthiko Alaiak que bailó varias piezas en honor al nuevo rey.