En el año 1964 cuando asistimos a un nuevo cambio, al inicio de una nueva etapa dentro de la historia de esta fiesta, un cambio especialmente importante que contribuye a darle una mayor proyección; los Muthikos deciden sacar la ceremonia de sus locales, darle un carácter público y hacerla mucho más vistosa en el castillo de Olite.
Este primer acto en el Palacio de Olite, gracias al permiso otorgado por la Institución Príncipe de Viana, fue todo un reto, ya que las obras de rehabilitación del mismo no estaban todavía acabadas, y hubo que realizar un gran esfuerzo para acondicionar los salones y dependencias; “se alegró la desnudez de sus paredes, colgando en ellas trofeos de armas, escudos, reposteros, vidrieras pintadas en celofán que encajaron con los abiertos ventanales… Todo quedó dispuesto para recibir a su Alteza Real el Rey de la Faba”, cuenta Javier Baleztena en la monografía que escribió sobre la fiesta.
Sin embargo, el fuerte viento que se levantó aquél día de Reyes dio al traste con buena parte del esfuerzo del Muthiko Alaiak, que, no obstante, recibió los elogios del director de Diario de Navarra: “(…) Se da la coincidencia de que precisamente el día de Reyes, el Palacio va a abrir sus puertas, después de siglos, para acoger una fiesta tradicional como lo es la del Rey de la Faba, gracias al entusiasmo del Muthiko Alaiak. La cámara del Rey, tras la esbelta galería de arcos góticos, será por primera vez iluminada con luz eléctrica, y los troncos arderán de nuevo en la chimenea de la estancia donde nuestros monarcas (Carlos II y Carlos III) recibían a los nobles y a los embajadores. Bonita fiesta que prepara el Muthiko…”. Efectivamente, tal y como decía el cronista, por vez primera en su historia se iluminó todo el interior del castillo.
Acudieron diputados y consejeros forales a aquella primera edición de la fiesta itinerante del Rey de la Faba, en concreto lo hicieron los diputados don José Heras, don Ambrosio Velasco y don Ángel Bañón, así como el consejero foral don Luis Arellano, y el propio alcalde de Olite; y según recuerdan quienes asistieron, fue una gélida celebración en la que no faltó la interpretación de la Marcha de las Cortes de Navarra, y en la que participaron centenar y medio de personas. Al final del acto el presidente del Muthiko, Manolo García, pidió un donativo para abrir una cartilla al Rey de la Faba, José Luis Crespo Pérez, y a su paje real José Armando Los Arcos Vidaurre, ambos de la Casa de Misericordia; no hay que olvidar que esta fiesta fue concebida con un fuerte carácter benéfico, de tal forma que cada año eran dos niños quienes se beneficiaban, que eran el que hacía de rey y el que hacía de paje. La recaudación comenzó por los diputados forales que estaban allí presentes; no se sabe cuanto se recaudó, pero sí que se sabe que la cantidad fue suficiente como para pagarle, al menos a uno de ellos, todos su estudios, carrera incluida. Lo cierto es que ese 6 de enero de 1964 el castillo de Olite volvió a ser usado después de varios siglos sin haber acogido entre sus muros ni un solo acto; y no pudo ser mejor estreno.
En la ceremonia hizo de pregonero ese año Joaquín Baleztena. Su discurso fue el siguiente:
Infanzones, hijosdalgos, esforzados caballeros, bellas damas, doncellas de rostro hechicero, oíd, oíd, oíd:
Sus Altezas, los Reyes de Navarra, Don Carlos y Doña Leonor, nos abren las puertas de su real mansión y nos invitan a celebrar en ella una fiesta secular.
Cinco siglos ha durado la ausencia de nuestros Soberanos, pero su presencia no se ha borrado ni de nuestro corazón, ni de nuestras mentes su glorioso recuerdo. Pero si éste ha sido fiel, las piedras de su alcázar, abandonadas a las inclemencias del tiempo, se desmoronaron. Desmanteladas quedaron las suntuosas estancias del castillo, asombro de Europa; y sus torres, que desprecio al aire fueron, a su gran pesadumbre se rindieron. Mas en medio de tanto abandono y ruina, en pos quedó una bella tradición, y, esa tradición, hemos venido a recoger.
El Muthiko Alaiak, fiel servidor de la realeza, obedeciendo al mandato del buen Rey Carlos, nos congrega aquí para celebrar la fiesta del Rey de la Faba, por nuestros Reyes instituida.
Si las arcas del Reino no están a nuestra disposición para suntuosamente disponerlas, el arcano del corazón abre el tesoro de su caridad.
Hoy, como ayer, vemos sentado en el trono a un hijo del pueblo. Rendidle pleitesía. Regaladle con vuestros donativos, para que con ellos, el día de mañana, este niño hoy coronado, pueda labrarse un porvenir, ser hombre de provecho, modelo de virtudes y laboriosidad, digno de la merced que hoy le ha sido otorgada. Y mientras la Corte desfila besándole la mano, ¡trovadores, juglares, tañed, pulsad laúdes, cítaras y salterios, y cantad trovas en honor a nuestros reyes; pensad el valor, la generosidad de los caballeros, la belleza, las virtudes de las damas!, y ¡vosotros, heraldos, coronad las altivas torres del castillo y pregonad a todos los vientos que en Navarra, si las instituciones pasan, el espíritu queda!. Y si fieros vendavales arrebatan cetros y coronas, aquí sabemos recoger el cetro que indica el camino del honor y del deber, y levantar en alto la corona, para ceñirla en las sienes de la Tradición, que como el águila real, renace de sus propias cenizas y remonta el vuelo por las más elevadas regiones. ¡Viva Navarra!.
Igualmente, recibió grandes elogios el grupo de danzas del Muthiko Alaiak, que en la parte musical estuvo acompañado por los txistularis de esa misma peña. Participaron, igualmente, los joteros de Olite. El acto se celebró en el llamado “Salón de recepciones”, engalanado para la ocasión con numerosos escudos, gallardetes y banderas, en el que para gozo y deleite de los asistentes se encendió, igual que siglos atrás, el fuego central cuyo chisporroteo hizo de hilo musical. Fueron los dantzaris del Muthiko quienes, con sus arcos, se ocuparon de guiar los pasos del futuro rey y de su paje hasta el centro de la estancia; sépase que el niño-rey iba ataviado con capa de armiño y corona; el paje, con ropas igualmente medievales, llevaba prendidos con cadena dos hermosos galgos.
Cuando la prensa local en diciembre de 1963 anunció la celebración del acto en Olite explicó que “el carácter de la fiesta, además del benéfico, llevará todo el sabor de antaño, rememorando costumbres, guisos y canciones de nuestros antepasados”; la alusión a los guisos viene porque detrás de la ceremonia hubo una cena, y en esa cena se cuidó de que los guisos fuesen lo más “medievales” posibles (sopas de ajo, menudicos, queso con nueces, etc.), costumbre esta que décadas después sigue sin evolucionar.